lunes, 27 de mayo de 2013

[No siempre se puede ganar.] [XXIV]

-No, yo no tengo.
-¿Y eso? Todo el mundo tiene.
-Bueno, tenía.
-¿Y qué pasó?
-Dejó de necesitarme.

miércoles, 1 de mayo de 2013

That's real.

¿Sabes? En el fondo, a todos nos gusta pensar que somos fuertes. Que vamos a poder con todo lo que nos venga encima, que pudimos con lo de ayer y que podremos también con lo de mañana. A mí me pasa. Pero más en el fondo, sabemos que eso no es verdad. Porque ser fuerte no consiste en ponerse una armadura antirrobo, ni en esconderse detrás de un disfraz. Ser fuerte consiste en asimilarlo. En asimilar lo que te preocupa, el dolor y en digerirlo, y eso no se consigue de un día para otro, se consigue con el tiempo. Pero como por naturaleza solemos ser impacientes y no nos gusta esperar, escogemos el camino corto. Escogemos el camino de disfrazarnos de algo que no somos y disimular. A todos nos gusta disimular los golpes, sonreír delante del espejo y salir a la calle pisando fuerte, para que nadie note que en realidad, lo que nos pasa de verdad, es que estamos rotos por dentro. Tan rotos que ocupamos nuestro tiempo con cualquier estupidez con tal de no pensar en ello, porque el simple hecho de pensarlo hace que duela... Pero a veces, bueno… a veces tienes que darte permiso a ti mismo para no ser fuerte, bajar la guardia y darte una tregua. ¿No crees? Está bien bajar la guardia de vez en cuando. Te lo recomiendo. No queremos hacerlo porque eso supone tener un día triste, un día de esos que duelen, de recordar y echar de menos. A los que ya no están, a los que están, pero lejos, y a personas que ni siquiera conoces, pero que de una forma u otra sabes que existen. Sin embargo, hay momentos que lo mejor que puedes hacer es darte una tregua. Poner tu lista de reproducción favorita, tumbarte en la cama o apartarte del mundo y, si hace falta, llorar. Llorar todo lo que haga falta. Eso no nos hace menos fuertes, eso es lo que nos hace humanos.