martes, 25 de junio de 2013

Juguemos.

"De repente me doy cuenta de que sigo pegada a Peeta y me obligo a abrir los dedos, agarrotados. Los dos nos masajeamos las manos.
-Gracias por sostenerme. No me sentía muy bien ahí arriba-dice Peeta.
-No lo parecía. Te lo juro que ni me he dado cuenta.
-Seguro que no le han prestado atención a nadie más que a ti. Deberías llevar llamas más a menudo, te sientan bien.
Después me ofrece una sonrisa de una dulzura tan genuina, con el toque justo de timidez, que hace que me sienta muy cerca de él.
Sin embargo, una alarma se me enciende en la cabeza: "No seas tan estúpida: Peeta planea matarte -me recuerdo-. Quiere que te confíes para convertirte en una presa fácil. Cuanto más te guste, más mortífero será."
Pero, como yo también sé jugar, me pongo de puntillas y le doy un beso en la mejilla, justo en el moratón."

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