viernes, 14 de septiembre de 2012

En un momento todo puede desaparecer.

Tancredi se quedó mirándola con curiosidad para ver si volvía a darse la vuelta. Davide interrumpió sus pensamientos.
-Cómo te ha mirado, ¿eh?
-Como una mujer.
-Sí, pero como una mujer que te desea. ¿Qué les das?
Tancredi se volvió hacia él y sonrió.
-Nada. O quizá todo. A lo mejor es eso lo que les gusta, quizá prefieran a los hombres imprevisibles. Fíjate... -Sacó el móvil-. Conseguí su número y le mandé un mensaje. Fingí que me había equivocado y le envié esta frase: "Te miraría millones de veces sin aprenderte nunca de memoria".
-¿Y después qué hiciste?
-Nada. Esperé toda la noche. Pensé que, teniendo en cuenta su manera de ser, al final acabaría respondiendo.
-¿Por qué? ¿Cuál es su manera de ser?
-Educada y lineal. Estoy seguro de que cuando leyó el mensaje una parte de ella quería responder por educación y la otra tenía miedo de hacer algo inapropiado.
-¿Y al final?
-Me contestó. Mira: "Creo que se ha equivocado de número". A continuación yo le escribí: "¿Y si ha sido la fortuna la que ha hecho que me equivoque? ¿Y si es cosa del destino?". Me pareció oírla reír.
-¿Por qué?
-Porque era el momento oportuno. Para cualquier mujer, incluso para la que se siente más realizada, con hijos, con una familia estupenda, satisfecha con su trabajo, siempre llega un momento en el que se siente sola. Y entonces se acuerda de lo que le ha hecho reír. Y, sobre todo, de quién lo provocó.
Davide cogió el teléfono de Tancredi. Habían seguido escribiéndose. Leyó los mensajes que habían intercambiado. El tiempo transcurría bajo sus ojos, semana tras semana.
-Para ella te conviertes en una costumbre, en algo que poco a poco empieza a formar parte de su vida. Cada día recibe una frase, un pensamiento bonito sin ninguna insinuación... -Tancredi sonrió y, acto seguido, se puso serio-. Después, de repente, paras. Durante un par de días, nada, ni un mensaje. Y ella se da cuenta de que te echa de menos, de que te has convertido en una cita inalterable, en un momento esperado, en el motivo de una sonrisa. Entonces vuelves a escribir y te disculpas, te justificas diciendo que has tenido un problema y le haces una pregunta muy simple: "¿Me has echado de menos?". Sea cual sea su respuesta, la relación ya ha cambiado.
-¿Y si no contesta?
-Eso también es una respuesta. Significa que tiene miedo. Y si tienes miedo es porque puede ceder. Entonces puedes arriesgarte y decirle: "Yo sí te he echado de menos". Y sigues avanzando. 
Le mostró otro mensaje, y otro, y después otro más. Hasta el último: "Quiero conocerte".
-Pero éste es de hace diez días. ¿Qué pasó luego?
-Nos conocimos.
Davide lo miró.
-¿Y...?
-Y, naturalmente, no voy a contarte nada de hasta qué punto llegamos a conocernos, ni de dónde ni cuándo. Con esto solo quería que entendieras que a veces las cosas no son lo que parecen. ¿Has visto a esa familia? Parecen felices, tienen dos hijos estupendos, no les falta nada. Y, sin embargo, la vida es así: en un momento... plaf. Todo puede desaparecer.

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