Ese vacío que sientes a veces por dentro. Que nada está como debería estar. Que las cosas no ocurren como deben ocurrir. Que todo lo que haces te sale de manera opuesta a como esperabas. Esa opresión en el pecho con motivos ambiguos, sin saber cual de ellos es el causante. Querer enviar a la mierda esa sensación tan jodida que es la impotencia, pero no saber cómo. Intentar por medios impensables que desaparezca sin obtener resultado alguno y acabar sucumbiendo a ella. Entonces la soledad entra de golpe en el juego y remata la faena, rompiendo barreras. Con barreras me refiero a esas que te pones tú misma para aguantar el tirón, para no dejar que algo te afecte, para no ser tocada y seguidamente hundida. Esas barreras, todas, murieron y solo queda volver a reconstruirlas, pero eso lleva su tiempo. Un tiempo que no espera a nada ni a nadie.
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