Cada vez que cruzas la puerta para irte, muero de miedo, miedo de que encuentres a otra mucho mejor que yo, a alguien que de verdad te merezca; a alguien que te haga mucho más feliz que yo. Pero, en vez de eso, siempre vuelves diciéndome cosas hermosas, abrazándome y haciendo que me sienta mucho mejor conmigo misma. Cada vez que siento esas inseguridades creciendo en mi piel, cierro los ojos con fuerza y me acuerdo de aquel día donde me dijiste que jamás, jamás me querías perder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario